26 oct 2009

8 minutos de utopia Kustiniana

Esa noche ella estaba dispuesta a disfrutar, el cielo era perfecto, el lugar era perfecto, la compañía también, bajo los efectos embriagadores de la música bailaba ella, sentía dentro de sí el deseo, la alegría de compartir con ese tan querido grupo de personas que la acompañan cada día a convertirse en quien anhela. Y el sonido ensordecedor se su canción favorita la impulsó al canto desenfrenado de la misma y entre notas y pasos iba ella dibujando en el ambiente la interpretación satírica de aquella que era su canción que la hacía feliz, mientras todos la miraban ella reía, ella vivía, tratando de contagiar de energía a todos a su alrededor.


Sin dudas aquella noche caracterizada por un oscuro intenso, él tenía algo diferente en su cuerpo, en su mirada, no era el mismo de aquellos días donde la pelea se hacía presente, pero más recientemente, no era aquel su amigo con el que nunca se imaginaria, esta vez había una magia que se desprendía de aquel ser masculino que definitivamente le llamaba la atención. Trataba de evitarlo, pues sabía que la fuerza que emanaba su ser era demasiado fuerte, la hacía estar muy cerca de él, querer estar con él y no podía ser, pero a pesar de los sentimientos encontrados y de las emociones presentes nunca pasó por el camino de sus pensamientos nada más que estar en su presencia.

Mientras más se encontraba concentrada en aquel nuevo sentimiento surgido en la espontaneidad del ambiente, aquel extraño, pero dulce liquido azul se apoderaba de su cuerpo, de su mente, de su espacio, eliminando así cualquier tipo de paradigma que le impidiera cumplir con sus deseos. Al verlo despedirse, piensa que es lo mejor, pues al irse estaría muy segura de que no encontraría en nadie más aquel sentimiento que se había apoderado de su ser repentinamente y que eventualmente podría plasmarlo en la realidad. Antes de irse ella debía dejar plasmado en el parte de sus deseos, su piel suave y lisa, su pelo suave y liso, sus brazos, tiernos y suaves, su mejilla ahora tornada con un rosa intenso por el dulce de esos labios que siempre anheló, y con un beso no tan común selló su despedida. Él, perplejo, se mantiene, mientras ella se aleja mirando por veces hacia atrás, contemplaba la tonta figura de aquel su víctima y reía con satisfacción.

Vuelta a la música ella continuaba embriagada en el baile, ya había dejado de consumir el dulce líquido azul, ya estaba bien, compartía y danzaba junto a sus colegas, sus amigas, sus amigos. Reía y disfrutaba, y de vez en cuando el recuerdo de su querido que se había ido le llegaba a su mente, a su corazón, pero qué más da?.

Al oír aquella voz que pronunciaba dulcemente el sonido de su nombre, se le detuvo el corazón, era él y nadie más, había vuelto, había regresado a estar con ella y su mirada de embriaguez cambió por una mirada llena de ternura. Al tenerlo cerca, siente su corazón que late muy rápido y lo abraza a su ser, muy fuerte, queriendo decir: *no te alejes más, no me vuelvas a dejar*. Por la presión de quien miraba, ella lo aleja y se va de su encuentro a compartir con sus colegas. Sin esperarlo, vibra en su bolsillo aquel aparato que no quería sentir, avisando con su zumbido que se había terminado su momento de diversión. Sumisa se apresura a despedir la noche y a sus colegas, cuando cree que se ha despedido de todo el mundo, al final del pasillo, en la oscuridad pecadora, lo divisa, era él, con inocencia se dirige a su encuentro, por última vez en esa noche.

Al estar impregnada en sus abrazos y dándole un beso parecido al de hace algún momento, suena una canción, que al oírla le recorre todo el cuerpo y le atrapa el deseo de bailar esa pieza con él, sin más preámbulo, comienzan ellos a bailar, el ritmo musical del momento se apodera de sus cuerpos y los lleva a moverse al compás del sonido, están muy pegados. Prácticamente son uno solo, el deseo se encuentra presente y el mundo simplemente queda en el pasado. Al fin sus labios, suaves y deliciosos, llenos de pasión, se tocan, se humedecen unos con otros, como un grito aguantado por horas, así se besaron, con la intensidad de quien se siente impotente, pero con la velocidad reducida a un tierno y sensual movimiento de sus lenguas, fue mágico, fue Utópico, fueron 8 minutos, 8 minutos en el que surgió un sentimiento, no de amor, pero sí de saber que él es ahora especial para ella, 8 minutos en los que se repitió dos veces más aquel beso que no sería igualado nunca más, 8 minutos mezclados de oscuridad, música, deseo, liquido azul, y el baile que los llevo a protagonizar tan bello acto, 8 minutos donde no existía más nadie, 8 minutos en los que después de ser agotados, ella simplemente se fue dejando a su compañero con la mira en pausa, con el corazón brotado de dudas y emociones, en silencio que a sus oídos hacía tanta ruido, no queriendo arruinar la estructura del momento, 8 minutos, que jamás olvidará.

1 comentario:

Lissette dijo...

Stinky!! I love it!!