Volver..., volver para sentirse vestido, cómodo, con
el control de lo que nos rodea, para sentir el calor de tu gente, de tu
pesebre. Continuar con la rutina de la que tanto te quejas y deseas dejar atrás
todo el tiempo.
Saberse fuera es añorar verse dentro, entonces, no es
tan desdichada, aburrida y desgraciada tu vida.
Nadie extraña lo malo o aquello que te daña. Podemos
hacer la prueba de que lo que recuerdas con nostalgia son personas y momentos,
lugares, que amas, que te hacen sentir especial, es lo que eres, tu vida, que
por ser tan poco agradecido llamas despectivamente "rutina" y te
cansas de vivirla con intensidad, te quejas de sus días y prefieres
victimizarte de tus propias decisiones que te han llevado a tan crudo castigo
de existencia: Tu vida es la peor de todas.
Te olvidas por completo de las cosas que hoy recuerdas
al estar lejos o en el impedimento de seguir disfrutando de ella.
Traes a tu memoria lo importante de ella ahora, lo
especial, cosas y personas que siempre han estado ahí, pero que tu agotamiento
ha bloqueado tanto que pareciese desconocido por ti.
¿Entonces vuelves? ¿A qué vuelves? ¿A tu vida o a tu
rutina?
¿A qué vuelves? ¿O es que no vuelves por miedo a
cansarte nueva vez?
¿Haz perdido el control de lo que quieres hacer y lo
que estás haciendo? Nadie dijo que al volver tendrías que insertarte en aquello
que te agota o te hace tanto mal para querer abandonar todo el tiempo.
¡No te permitas volver a tu vida, vuelve a vivir y
empieza ya!
Cambia cosas, haz nuevas decisiones o mejor aún: haz
el cambio tú, de adentro hacia fuera. Que puedas sentirte en casa todo el
tiempo, donde quiera que estés y que el deseo de volver sea solo parte del
dinamismo natural, propio del ser humano y no un añoro triste de las cosas que
no apreciaste, que dejaste pasar, que no viviste en su tiempo. Y que en donde
estés ahora puedas también vivir y disfrutar.
Toma una decisión justo ahora: entra en tu cueva,
sabrás que hacer.