Entre
nortes y andares, caminos y sendas, se esconde debajo de las estructuras un
paso que lleva al más allá. Fuera de lo cotidiano, al punto de llegar a ser
extraño, imposible y hasta prohibido hay un lugar donde, aún conociendo su
destino, pocos nos animamos a llegar.
Últimamente
se anda de prisa, sin pausa, siendo parte de todo y a la vez de nada. Llenarse
de todo, quedarse con nada, el tiempo nos domina y las agotadoras obligaciones
y responsabilidades hacen turbio, complicado y hasta espantoso el viaje a aquel
lugar donde reina la verdad, la libertad, la felicidad y la paz.
Elegir
vivir una vida social muchas veces implica dejar de vivir, se asumen los retos
de las exigencias impuestas por la sociedad, que aquellos retos por los cuales
verdaderamente fuimos creados.
Ni te
atrevas a parar, el mundo depende de ello. El efecto dominó que produciría tu
pausa, es muy probable que acabara con todo el círculo vicioso en que se
encuentra sometido el mundo en que vivimos. El mundo fue creado primero que el
hombre y no al revés, ¿qué te hace pensar eso?
A lo mejor
cuando te pares, muchas personas podrían detenerse igual que tu y darse cuenta
de lo mismo. Ser el extraño o el raro por los motivos correctos implica sentar
un precedente, hacer algo distinto, pero necesario. Justo cuando en seco dices
“ALTO”, todo lo común y normal, de repente, comienza a tener valor y a ser
especial, más importante, parte de ti o no parte de ti.
Justo
entonces el camino que te lleva al atajo parece tan desconocido, pero seguro,
misterioso, tanto, que hasta miedo puede producir, pero no el miedo que te
aleja o aparta, sino la sensación común de que no sabes qué pasará.
Empiezas a
caminar por su ruta y comienzas a experimentar familiaridad en los pasos, vas
recobrando tu identidad, te topas con viejas cosas, a lo mejor aquellas que
pensabas que habías olvidado, dolores, situaciones, recuerdos llenos de
alegría, planes, sueños, preguntas, respuestas, todo se parece tanto a ti.
Llegas a la parte más rocosa de ese camino y parece imposible llegar, pero las
fuerzas con las que vas no te permiten parar. Allí en lo alto de la montaña,
donde todo parece estar en orden, brisa fuerte y buen sol, encuentras un espejo
que refleja tu figura y mientras más te acercas la imagen se nota más clara y
precisa, cuando te fijas bien ves a alguien que si bien es cierto que se siente
como tú, no se parece a ti: aquel hombre de los cuadros y su Sagrado Corazón,
el Hijo del Padre y la Virgen, el Redentor.
De repente
es tu imagen la del espejo, más atrás aquel hombre te sonríe, así de pronto no
te sientes tan desdichado, tan solo o tan obligado a llevar una vida que solo
es pura monotonía. Dejas una parte de ti reservada para mirarte en el espejo y
otra sale a la oscuridad del mundo a llevar luz: abres los ojos, despiertas. Te
das cuenta de que todo calla, inclusive tu mismo, tu interior calla y tu
corazón a filtrado todo lo que necesitas para que tu mente actúe, estas listo:
las cosas no serán igual, la vida no te pasará desapercibida, pero ¿estás
dispuesto a vivir?
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