24 jun 2014

¿Dispuesta a vivir?

Entre nortes y andares, caminos y sendas, se esconde debajo de las estructuras un paso que lleva al más allá. Fuera de lo cotidiano, al punto de llegar a ser extraño, imposible y hasta prohibido hay un lugar donde, aún conociendo su destino, pocos nos animamos a llegar.

Últimamente se anda de prisa, sin pausa, siendo parte de todo y a la vez de nada. Llenarse de todo, quedarse con nada, el tiempo nos domina y las agotadoras obligaciones y responsabilidades hacen turbio, complicado y hasta espantoso el viaje a aquel lugar donde reina la verdad, la libertad, la felicidad y la paz.

Elegir vivir una vida social muchas veces implica dejar de vivir, se asumen los retos de las exigencias impuestas por la sociedad, que aquellos retos por los cuales verdaderamente fuimos creados.

Ni te atrevas a parar, el mundo depende de ello. El efecto dominó que produciría tu pausa, es muy probable que acabara con todo el círculo vicioso en que se encuentra sometido el mundo en que vivimos. El mundo fue creado primero que el hombre y no al revés, ¿qué te hace pensar eso?

A lo mejor cuando te pares, muchas personas podrían detenerse igual que tu y darse cuenta de lo mismo. Ser el extraño o el raro por los motivos correctos implica sentar un precedente, hacer algo distinto, pero necesario. Justo cuando en seco dices “ALTO”, todo lo común y normal, de repente, comienza a tener valor y a ser especial, más importante, parte de ti o no parte de ti.

Justo entonces el camino que te lleva al atajo parece tan desconocido, pero seguro, misterioso, tanto, que hasta miedo puede producir, pero no el miedo que te aleja o aparta, sino la sensación común de que no sabes qué pasará.

Empiezas a caminar por su ruta y comienzas a experimentar familiaridad en los pasos, vas recobrando tu identidad, te topas con viejas cosas, a lo mejor aquellas que pensabas que habías olvidado, dolores, situaciones, recuerdos llenos de alegría, planes, sueños, preguntas, respuestas, todo se parece tanto a ti. Llegas a la parte más rocosa de ese camino y parece imposible llegar, pero las fuerzas con las que vas no te permiten parar. Allí en lo alto de la montaña, donde todo parece estar en orden, brisa fuerte y buen sol, encuentras un espejo que refleja tu figura y mientras más te acercas la imagen se nota más clara y precisa, cuando te fijas bien ves a alguien que si bien es cierto que se siente como tú, no se parece a ti: aquel hombre de los cuadros y su Sagrado Corazón, el Hijo del Padre y la Virgen, el Redentor.


De repente es tu imagen la del espejo, más atrás aquel hombre te sonríe, así de pronto no te sientes tan desdichado, tan solo o tan obligado a llevar una vida que solo es pura monotonía. Dejas una parte de ti reservada para mirarte en el espejo y otra sale a la oscuridad del mundo a llevar luz: abres los ojos, despiertas. Te das cuenta de que todo calla, inclusive tu mismo, tu interior calla y tu corazón a filtrado todo lo que necesitas para que tu mente actúe, estas listo: las cosas no serán igual, la vida no te pasará desapercibida, pero ¿estás dispuesto a vivir?

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